La empresa, en toda su gloriosa variedad, cacofonía e imprevisibilidad, empieza y termina con el valor.
Intentamos crear productos, servicios, experiencias… que eleven a nuestros semejantes, que hagan sus vidas más fáciles o agradables, que reduzcan las molestias y liberen su tiempo y energía.
Somos humanos en la medida en que estamos conectados, y el valor es una excelente medida de conectividad, ¿no?
Ningún hombre es una isla entera en sí mismo; cada hombre
es un pedazo del continente, una parte de lo principal…
¿Qué es el valor? Todos conocemos las definiciones estándar:
- Lo que el cliente está dispuesto a pagar
- Calidad/Coste
Yo me inclino por el modelo de Kano.
Crecí profesionalmente en la fábrica de Toyota, en el magnífico centro TMMC de Cambridge, Ontario.
El valor era la luz que nos guiaba, nuestra estrella polar, y se expresaba en el famoso logotipo de Toyota: los óvalos entrelazados representaban:
- Algo para el cliente
- Algo para el miembro del equipo
- Algo para la empresa
Además, tradujimos el valor en nuestras cuatro áreas estratégicas: Personas, Calidad, Entrega y Coste. Sin duda, nuestros objetivos cambiaban año tras año, a medida que cambiábamos de modelo y cambiaban los deseos de los clientes. Sin embargo, el valor era más o menos constante.
Hoy en día, el valor es un objetivo en constante movimiento.
Lo digital se está comiendo el mundo, y ni nosotros ni nuestros clientes podemos definir siempre el valor.
De hecho, en sectores como la banca y los seguros, podemos afirmar con cierta seguridad que es muy probable que no entendamos el valor
Para empezar, reconozcamos que el valor ya no es una estrella fija, sino una entidad en constante movimiento y evolución.
Por último, reconozcamos las cualidades que nos ayudarán a desenredar el nudo gordiano: humildad, franqueza, humor y una conciencia global.
Todo ello constituye un reto estimulante y una nueva forma de trabajar.
En caso de que no haya visto nuestros últimos blogs… no dude en echarles un vistazo
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